18/11/11

Día Internacional de Lucha contra la violencia de género.

El 25 de noviembre fué declarado día Internacional contra la Violencia hacia la mujer. Se eligió este día para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y Maria Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 en manos por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana. En esta fecha lamentablemente tan significativa no tenemos nada que celebrar simplemente reflexionar sobre qué está ocurriendo en la sociedad y porqué tantas mujeres mueren a manos de sus asesinos. La violencia está profundamente arraigada en las relaciones estructurales de desigualdad entre los sexos. Y se reconoce también, en las últimas décadas, la importancia de defender los derechos humanos de las mujeres, como una forma de garantizar la convivencia pacífica entre la sociedad.


Generalmente, las mujeres que padecen hechos de violencia tienen reticencia a denunciarlo, porque hay total desconfianza en que las autoridades hagan justicia y castiguen al agresor. Muchas de las acciones violentas que se ejercían  recientemente ,a veces incluso bien vistas socialmente por el machismo imperante, hoy es imposible realizarlas sin que haya una condena social y además una acción judicial , con todas sus deficiencias, que desaconseje a cualquier maltratador hacer un acto violento sin que tenga consecuencias. Pero mucho más incomprensible y dolorosa es la violencia intrafamiliar, pues esta trasciende las relaciones de pareja y tiene repercusiones dinamizadoras en todo el entorno familiar y social de hijos, de hermanos de ambos conjugues, de padres, de parientes etc.

 La educación en valores democráticos implica colocar el papel de la mujer como persona en igualdad de derechos y para ello, la educación, tanto en la familia como en el aula, debe ser el eje de nuestras próximas actuaciones de manera prioritaria. El desarrollo de programas específicos contra la Violencia de Género en las Escuelas, Institutos y Universidades debe abordarse como base fundamental, como el puntal definitivo para terminar con la violencia de género. Pero también un compromiso más explícito en los padres y en las madres para que cuestionen todo aquello que contribuya a la perpetuación de los roles de la desigualdad, y para que manden mensajes directos a sus hijos y a sus hijas.
Estamos en un momento en que la sociedad debe asir, aún con más decisión, las riendas del cambio de valores en nuestros y nuestras jóvenes y hacer un llamamiento general al respeto, a la dignidad, al valor social imprescindible de las mujeres como sujetos poseedores de los derechos fundamentales a la libertad, a la igualdad y a la integridad.

Queda mucho trabajo por hacer y no sólo en España: Basta decir que aún existen países en Europa que ni siquiera cuantifican los asesinatos por violencia de género y en los que éstos no son considerados como específicos de violencia contra las mujeres. Es este un problema que habrá que intentar subsanar durante la Presidencia Española de la Unión Europea a partir de Enero de 2010 y para lo que ya se ha anunciado un primer paso definitivo: La creación del Observatorio Europeo de Violencia de Género y la puesta en marcha de la Orden de Protección Europea que implicaría un nivel de protección uniforme para las víctimas de violencia de género en todos los Estados de la Unión.

La Ley Integral ha demostrado ser un eficaz instrumento: Muchos han sido los malos tratos evitados y los asesinatos no cometidos que, gracias a la valentía de las víctimas y a la colaboración ciudadana, se han impedido. Muchas son las mujeres que son, han sido y serán protegidas y salvadas de una certera situación de grave riesgo físico y psíquico y muchos también los menores y mayores que han podido salir de la espiral de terror, crueldad y violencia que los malos tratos significan, gracias a esta Ley y a su desarrollo. Pero también han sido muchas las personas que, gracias a las referencias marcadas por la Ley Integral, han llegado a identificar y a rechazar la violencia que había en costumbres y hábitos disfrazados de normalidad.